Pablo Stefanoni Página 7 /La Paz
Es casi una constatación trivial: cuando se abusa de un método de lucha (repertorio de acción colectiva, dicen los académicos de los movimientos sociales), esa forma de conseguir demandas pierde eficacia. Un ejemplo bastante claro son los cortes de rutas o calles en Argentina, que apareció como muy novedoso y eficaz en los 90 y hoy es visto como una forma de fastidiar a quienes van a trabajar. Pero si hay un método que parece haber perdido toda su capacidad de conmover –ese es al final de cuentas el objetivo de luchas que incluyen el padecimiento físico de quienes las emprenden- es la huelga de hambre en Bolivia. A tal punto que muchos ni si quiera creen que los huelguistas dejen de comer. Si en los ochenta, para los mineros y sus familias la huelga de hambre era expresión de la desesperación de ver a su mundo casi extinguirse –al menos tal como lo conocieron-, luego, quienes comenzaron a ayunar (con o sin pollos Copacabana circulando entre las penumbras), lo hicieron por razones muy diferentes: demandas de autonomía en Santa Cruz, peleas regionales en Sucre y Potosí, etc. Y ni hablar de lo que una huelga de hambre significaba hace unas décadas en todo el mundo, como lo dejaron en claro los presos del IRA irlandés en la era Thatcher: la disposición a morir… y murieron. Lo mismo ocurrió, hace unos pocos meses con el cubano disidente Orlando Zapata: dejó de comer hasta morir. En definitiva, en esa amenaza reside la eficacia del método. Ahora se suman los periodistas a nuevas huelgas de hambre masivas, en las que se hace huelga hasta que una “baja médica” genera un reemplazo por otro ayunador, y el objetivo –como se vio en Santa Cruz y Potosí- ya no se vincula con el uso del cuerpo como armas de lucha sino con el número de huelguistas, lo que transforma a las huelga de hambre en manifestaciones de ayunadores. Una vez, el presidente Argentino Raúl Alfonsín le respondió con un inoportuno “A vos no te va tan mal, gordito” a un manifestante que le había gritado “tenemos hambre” en un acto en la Patagonia en los años 80. El presidente Evo hizo alguna broma similar sobre que a algunos ayunadores no les vendrá mal una dieta. Honestamente, como periodista, me cuesta cubrir las huelgas de hambre y creerle a los huelguistas (aunque muchos seguramente se tomen en serio su ayuno). Por eso no logra dramatismo la medida, pese a la carta que ayer publicó El Deber, de José Pomacusi al “Choco” Rivero, resaltando el riesgo físico que asumió el director del mayor diario cruceño al sumarse a los piquetes. Personalmente, creo que debe discutirse el artículo 16, y me parece que una ley necesaria como la del racismo será más eficaz para lograr sus metas cuanto más legitimidad social tenga en su origen. Me parece también que el atrincheramiento oficialista no conduce a una profundización igual de necesaria del proceso de cambio, ni que debe reaccionarse a cualquier conflicto acusando de agentes de la CIA a sus protagonistas. Pero también creo que hay que discutir en serio la libertad de expresión y el derecho a la información. No me gusta recibir el apoyo como periodista de medios golpistas venezolanos que participaron del intento de derrocar a Chávez en 2002, y a los que las sanciones de la autorregulación parece no haberles llegado. Tampoco estoy seguro de que el "frente de la prensa" agrupe armónicamente a dueños y trabajadores (periodistas), que deberían tener voz propia en este entierro (si es que en verdad asistimos al entierro final de la libertad de expresión). Y discúlpenme: esto no tiene nada que ver con la dictadura de Hugo Banzer. Todos queremos ser héroes de nuestras grandes o pequeñas causas, pero quienes luchaban contra la dictadura arriesgaban su vida, hoy no. Y un dato: si bajo la democracia un medio fue cerrado (RTP) hoy no se acalló a ninguno. Hablar de totalitarismo –no se como estos compañeros llamarían entonces a dictaduras efectivamente dictatoriales- no contribuye a discutir los déficits democráticos reales que enfrenta nuestro país, y que por más o menos graves no son nuevos. Pero si en Brasil medios de derecha dicen que Lula es como Mussolini, la batalla por los matices ya está perdida de antemano.
SIII QUE MUERA EVOO
ResponderEliminarMe parece muy coherente la percepción de Pablo Stefanoni... el contexto actual de la protesta caracterizado por medios extremos de manifestar disidencia, no tiene impacto alguno en un gobierno que se atrinchera, por otro lado, considero que extremar una postura catalogando la posición gubernamental como dictatorial, agudiza la posición del gobierno con un riesgo latente de alcanzar un estado de “profecía autocumplida”… voto por expresar las diferencias por medio del análisis… de la reflexión… de asumir el reto de proponer mejores alternativas y de manifestarlas de forma masiva… hasta lograr un cambio.
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