miércoles, 27 de octubre de 2010

Mis derechos civiles y políticos



Cuando ejercía las funciones como Defensora del Pueblo (DP), entre abril del 1998 y el 2003, el Dr. René Blatmann, notable jurista y actualmente juez de la Corte Penal Internacional, me sugirió interponer un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley del DP por considerar que ésta violaba mis derechos civiles y políticos. En su opinión, era inaceptable que se exija a ningún funcionario/a que se abstenga de optar a un puesto electivo durante los cinco años posteriores a la terminación de su mandato.Le di la razón en cuanto a que evidentemente ese artículo implicaba la restricción de un derecho constitucional, pero le respondí que optaba por el bien mayor: al ser la primera Defensora del Pueblo consideraba importante dejar sentado que la institución no debía servir como trampolín hacia la política como ocurrió en otros países. Fue así que si bien me hubiera gustado participar de la Asamblea Constituyente y aceptar una de las varias invitaciones para postularme pero decidí mantener mi decisión intacta.
Como les consta a muchos militantes políticos, entre ellos Oscar Eid, en el Defensor nunca se discriminó ni se favoreció a nadie por sus ideas y se atendió todas las quejas sobre violaciones a los derechos humanos con igual prontitud y esmero. Nadie puede acusarme/nos de lo contrario a riesgo de ser malintencionado o, en el mejor de los casos, mal informado.
Pero volvamos al punto con el que inicié esta nota. Esa abstención consciente a ejercer mis derechos civiles y políticos en resguardo de una institucional que quise proteger, se prolongó durante los cinco años que duró mi participación, en la creación primero y la dirección después, de la Fundación UNIR Bolivia, institución no gubernamental pluralista dedicada a la construcción de paz mediante una serie de acciones convergentes a desarrollarse en el mediano y largo plazo. La neutralidad con que debía llevarse adelante sus tareas así lo exigía.
Hace ocho meses que dejé UNIR para dedicarme de lleno a cosas que añoraba hacer como pasar más tiempo con la familia, leer y escribir. La decisión de aceptar la invitación para postularme a una senaduría la he realizado pues como una ciudadana en pleno goce de sus derechos civiles y políticos, que cuando le cupo cuidó hasta el extremo el no afectar la independencia de ninguna institución, incluida la del periodismo.
No he vuelto a ejercer el periodismo desde 1998 en que asumí las funciones de Defensora del Pueblo, haciendo una clara separación entre la profesión y el mundo público. ¿Que si mis reparos fueron excesivos?, posiblemente, pero debo admitir que me siento no solo tranquila sino consciente de haber trazado una línea no imaginaria sino real entre ambos espacios. La experiencia vivida me sirvió para mirar a la profesión con otros ojos. Los de quien ha podido verla desde fuera aquilatando sus bondades pero también los peligros que se ciernen sobre ella tanto en lo que hace a la integridad física de los y las periodistas como a la politización de algunos medios. Desde el lugar que ocupe seguiré velando por esos valores tan caros al gremio como son la defensa de los derechos humanos, la verdad, la libertad de expresión, la responsabilidad social del periodismo y el derecho de la ciudadanía a una información con calidad.
Mi ingreso a la política ha generado y estimo que seguirá generando todo tipo de reacciones. Las recibo como parte del costo de ingresar en el mundo público y como una muestra de la polarización en que vivimos. Nos quejamos mucho de lo que pasa en el país, nos pasamos la vida diciendo lo que debiera o no hacerse, tirando piedritas a las ventanas del poder pero sin animarnos a cambiar las cosas por dentro. Y digo nos porque yo también era parte de ese coro de la tragedia griega hasta la semana pasada. Pero el horror a que nos dividamos y la preocupación porque se frustre un proceso que puede permitirnos construir un país con equidad y justicia, ha hecho carne en mí durante este tiempo de retiro y me ha decidido a dar el paso. Ha pesado en mí la convicción de que no puedo negarme a brindar mi esfuerzo al ánimo de tender puentes y concertar que me ha manifestado el Presidente Evo Morales y que considero imprescindible. Esto no me impedirá mirar críticamente el proceso por considerar que sus defectos o excesos no podrán enmendarse con odios y animadversiones sino entendiendo a cabalidad el momento excepcional que nos ha tocado vivir. Todos y todas tenemos nuestra cuota de responsabilidad en ayudar al éxito de quienes se han propuesto dejar atrás una larga noche de injusticias y opresión.
Al igual que los indígenas, las mujeres estamos conquistando un espacio de igualdad en el mundo político donde quisiéramos marcar una diferencia. Amo a Bolivia, amo a mi gente, siento un compromiso profundo con su futuro y en particular con los humildes y su destino. Creo que se necesitan personas que desde el interior de la Asamblea Legislativa Plurinacional ayuden a articular los acuerdos que se requieren para consolidar los cambios, escuchen las ideas ajenas con respeto y se propongan dar forma al nuevo Estado que surgirá de la NCPE pensando en el Bien Común. Encuentro un privilegio poder ser una de ellas. Este ha de ser el último y ojala fructífero esfuerzo que emprenda, con la necesaria modestia pero con total convicción, porque las y los bolivianos nos entendamos y construyamos para nuestros hijos, hijas y sus descendientes un país sin odios, racismo, ni regionalismos mal entendidos. Un país, en suma, donde como dice Carlos Hugo Molina: todas y todos nos sintamos cómodos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario