jueves, 17 de diciembre de 2009
Un aporte del periodista Martin Sivak
TEXTO DE LA NOTA DE OPINION
(MARTIN SIVAK)
Señores y señoras columnistas, ustedes han sido algunas de las columnas –no inexorablemente sólidas– de la oposición al gobierno del MAS. Cuando los tildan de antioficialistas, les parece inexacto. Sí se ven como librepensadores, independientes de todo caudillo, partido e ideología. En los hechos, ustedes han reflejado algo más radical que desprecio por el ocupante del Palacio Quemado: la condición de una elite intelectual desplazada, unida a la convicción íntima de ser los únicos pensadores en un país que ven desafecto a los libros. Durante años fueron asesores, técnicos y hombres de consulta de los gobiernos. Añoran la urgencia del llamado presidencial o ministerial que requiere didácticas clases sobre qué pasa en el país y el mundo y qué hacer al respecto. Esos servicios, los del columnista edificante, los del pedagogo a domicilio, ustedes los prestan hoy en organismos internacionales o en intervenciones más o menos espectaculares por televisión.
Desde enero de 2006, cuando asumió Evo Morales como presidente y empezó su progresiva debacle, ustedes anegaron los diarios bolivianos con escenarios en cuyo horizonte asomaba, puntual, una catástrofe deslumbrante. Anunciaron la decadencia y caída de la democracia si la nueva Constitución desfallecía sin sanción por dos tercios de los votos. Avizoraron una Bolivia satélite de Venezuela, de Cuba y aun del lejano Irán shiita. Aseguraron que el estilo presidencial de gobernar conduciría al país a una guerra civil. Descubrieron la cocaína en Bolivia y acusaron al gobierno de interesado socio de los narcos. Imaginaron una cruel imposición de una cruel justicia comunitaria. Pronosticaron el fatal retorno al Tahuantinsuyo. Como pastores fundamentalistas enarbolaron la Constitución concordada en 1995, un texto sagrado poco milenario, para preservarlo de la turba que quería violarlo, y violarlos. Impugnaron el programa de gobierno en su totalidad.
Al presidente Morales le faltó el tiempo, o el interés, de ocuparse de ustedes, señores y señoras columnistas. Cuando se los mencionaba, le parecían el brazo escrito de aquel orgulloso Partido de Sopocachi (barrio residencial de La Paz), alicaído y huérfano de candidaturas. Las maestrías, los saberes, los pasados de izquierda que ustedes gustaban evocar resultaron deslucidos al compararlos con sus acciones en el período 1985-2005.
Señores columnistas, han sido poco eficaces a la hora de borrar parcialidades; parcialidades que, hay que decirlo, se ven como de clase. La impunidad del columnista sirvió de precario amparo para juicios que el tiempo –un tiempo breve– probó que eran disparates.
Queda por ver si emprenderán un modesto autoexamen.
Uno de ustedes, señores columnistas, a quien comenté sobre los contenidos de esta columna, se enfureció de inmediato: “¿Y por qué no comparas nuestros errores con los disparates que ha dicho el Evo?”. El señor columnista, como la mayoría de sus colegas, cree que sus palabras sólo son comparables a las del presidente. Cree que los columnistas están a esa altura.
Señores y señoras columnistas, el 6 de diciembre puede ser un día terrible para ustedes. Con paraguas y pilotos aguardamos, no sin resignación, ese aluvión que vomitarán sobre los lectores en los días siguientes. Que se mejoren pronto.
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