Doña Savina y las llamas
Juan Azurduy
Periodista
DIARIO CAMBIO DE LA PAZ, DOMINGO 9 DE AGOSTO
No pudieron. Fueron derrotados. Ya son poquitos. Según medios de comunicación opositores, no eran más de 50 los que volvieron a gritar: “El que no salta es llama!”, y una serie de frases repetidas especialmente para insultar a la madre del presidente Morales.
No más de 50. Entre ellos los universitarios que reciben una educación de alto nivel en la otrora revolucionaria y hoy racista Universidad de San Francisco Xavier. No más de 50. Chuquisaca tiene más de 500.000 habitantes.
Sucre está con unas 200.000 almas. Esos 50 no representan nada. Por supuesto que tuvieron gran cobertura de la prensa opositora.
El 6 de agosto trajo malas noticias para aquellos que viven del odio y de la pelea, del racismo y la intolerancia, de aquellos que se creen superiores en raza al extremo de decir que tienen sangre azul y que en vez de callos, tienen champiñones en los pies.
Los sucrenses no son racistas, los sucrenses son generosos, son amantes de su tierra, consecuentes con su civismo, hombres y mujeres que no renuncian a la capitalidad. Pero ellos fueron engañados y envenenados por foráneos, por terratenientes de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija.
Los capitalinos se dieron cuenta de que fueron usados y ahora ya no apoyan a los violentos y racistas que sólo aislaron a Sucre y no la dejan progresar.
La mayoría de los chuquisaqueños ya sabe que el Gobierno no es el enemigo, que el peor enemigo está en casa, en la Prefectura y que la señora Savina Cuéllar está siendo manipulada.
La agencia Erbol informó que cuando pasaban desfilando ante la Casa de la Libertad la señora Prefecta opositora y la Alcaldesa sucrense, también opositora, fueron aplaudidas por el presidente Morales. Pero cuando esos 50 gritaban “el que no salta es llama”, doña Savina Cuéllar festejaba y aplaudía desde el balcón prefectural.
Cuando gritan “el que no salta es llama”, sencillamente se refieren a los campesinos. Durante la Asamblea Constituyente, en Sucre, llegaron a decir a los indígenas que eran un “cruce de adobe y llama”. En las calles, algunos jóvenes mostraban sus poleras o camisetas con la imagen de una llama y el signo de prohibido no pasar. O sea: campesinos no pasan por aquí. Los campesinos son considerados llamas, es decir animales. Es más, los racistas están seguros de que los aymaras, al ser llamas, no tienen derechos y sólo sirven para llevar una carga de papa o trigo.
Semejante insulto fue aplaudido por doña Savina, esa mujer que recibe todo tipo de títulos desde los medios de la derecha boliviana: “Mujer indígena”, “mujer de pollera”, “ex vendedora de ropa usada”, etc.
No hay mayor crueldad que una mujer indígena se ría y aplauda desde un balcón cuando a sus hermanos de sangre, a los indígenas, les están diciendo llamas o animales. No hay mayor traición que el olvidar el origen, la cuna, el pueblo, la comunidad, el sufrimiento.
Las personas racionales no entienden por qué esa mujer quechua que aprendió a leer y escribir gracias al gobierno de Evo Morales –que puso en marcha el programa de alfabetización– hoy no sólo odia a muerte a Evo, sino siente asco por sus hermanos de sangre, no soporta que estén la plaza.
Doña Savina no acepta que los indios estén en la plaza, pero los deja pasear tranquilos a los prefectos terratenientes y separatistas, a los violentos de la Unión Juvenil Cruceñista, a los pastores evangélicos falsos profetas.
Aquí se cumple la maldición del Malinche.
La Prefecta de Chuquisaca –que fue entrevistada hasta el cansancio por los canales de televisión y las radios opositoras durante el 6 de agosto– repitió mil veces que el presidente Morales llegó a Sucre para dividir, provocar y odiar. Sin embargo, en el tono de su voz, en las frases que pronunciaba, no estaba una indígena, estaba un patrón prepotente, un capataz, un opresor, un odiador, un “comecollas” como dicen en Santa Cruz, o un desclasado.
No estaba una mujer, una madre, una indígena, una opositora política. Ella tiene el derecho y la libertad de ser opositora a muerte del partido que la llevó a la Asamblea Constituyente, pero que odie a sus hermanos indígenas es inaceptable.
Doña Savina hasta ahora no dijo nada sobre lo ocurrido el 24 de mayo de 2008, cuando varios indígenas fueron perseguidos como animales, luego capturados y llevados en medio de insultos, desnudos, a la plaza central capitalina. Ahí los pusieron de rodillas y quemaron sus tejidos.
La Prefecta indígena no protestó; seguramente, como el 6 de agosto, tuvo el placer de reírse a carcajadas.
Los sucrenses deben encargarse de ella a través de los métodos democráticos.
Los resultados de su administración son un desastre. Gastó un montón de dinero en viajar junto a los prefectos opositores de la ‘media luna’ y en publicidad para controlar a muchos medios de comunicación sucrenses que no le cuestionan.
Así como son 50 los que gritan “el que no salta es llama”, en Sucre, muchos periodistas decentes ya no soportan lo que pasa con algunos comunicadores y exigen que se investigue el dinero que gasta la Prefectura en publicidad.
“En la práctica, el Sindicato de la Prensa de Chuquisaca tiene la cuota de poder en la Prefectura como gratitud a que la organización sindical integró el Comité Interinstitucional por la Capitalía”, comenta un periodista.
Es cierto. El ex dirigente de la prensa capitalina Édgar Marín es director de comunicación de la Prefectura. El actual dirigente de los periodistas sucrenses, Ramiro Echazú, fue relacionador público de la ADN y funcionario de la Prefectura en la época de Hugo Banzer.
¡Entonces que no vengan a hablar de periodismo independiente ni que hagan marchas ni saquen comunicados por la libertad de expresión! Mientras la Prefecta sigue atrincherada, la alcaldesa Aydée Nava parece que volvió a la racionalidad y empezó a recordar que fue formada en la Cuba revolucionaria y que el partido de toda su vida, el Movimiento Bolivia Libre, fue fundado para defender a los pobres, a los indígenas. Por eso bajó el tono de sus declaraciones y hasta inspeccionó obras de los Juegos Bolivarianos con el Primer Mandatario.
El presidente del Concejo Municipal, Fidel Herrera, llegó a decir a la agencia Erbol que es hora de reconducir la política en Sucre sin renunciar a los derechos y reivindicaciones regionales.
El rector Jaime Barrón está consciente de que tarde o temprano deberá rendir cuentas a la historia y a Dios. Especialmente a Dios porque él es un evangélico. Al pueblo se le puede mentir y manipular, a Dios no.
Surgen otras voces en Sucre, otra mirada. Circuló en Internet una carta con firmas de prestigiosos chuquisaqueños que ya no soportan el racismo y el odio que sale de la Prefectura.
En la víspera del 184 aniversario de la independencia de Bolivia, pocos medios amplificaron dos hechos importantes, dos malas noticias para los que mancharon a la blanca ciudad con actitudes de racismo.
El hijo del gran Gunnar Mendoza, Nacho Mendoza, honesto hasta los tuétanos, perseguido por los intolerantes, atacado en su vivienda, volvió a Sucre y dijo que es para quedarse. Y seguramente, consecuente como sólo es él, seguirá diciendo las verdades ante los inmaculados racistas.
El ex prefecto David Sánchez también volvió a Sucre. Fue aplaudido y se dio cuenta de algo que todos hablan, pero no lo dicen por temor a ser declarados traidores de la capitalía: Sucre está peor que antes, no progresa.
La gran prensa de derecha que puso toda su artillería de cámaras y micrófonos sobre los 50 gritadores de llamas, ni lo miraron al ex prefecto que un 22 de noviembre sufrió la quema de su vivienda por los “héroes de la capitalía”.
Así como Nacho y David vuelven a Sucre, la libertad está volviendo a la cuna de la libertad. Esa libertad que fue secuestrada por unos irracionales.
Lo más valioso de la libertad es no tener miedo. Juana Azurduy es el mejor ejemplo. Ojalá doña Savina imite a la Juana revolucionaria y no a los Costas racistas.
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