El libre pensamiento dentro de la institucionalidad cruceña ha sido secuestrado. Las evidencias de esa afirmación respiran en la intemperie hace bastante tiempo. Para pocos es desconocido que las pruebas de la exigencia de sostener un pensamiento único existen, las mismas que incluso han sido mostradas por algunos medios de comunicación que difunden, como una constante, las amenazas, golpes, insultos, la persecución, las acusaciones y hasta los destrozos provocados por explosiones en las mismas casas de los no alineados.
Estos hechos nos muestran que el camino de la intolerancia está bien allanado en la ciudad de Santa Cruz, donde hoy, no hay cabida para quienes hagan público un pensamiento distinto al que sostienen los grupos que han copado los centros de decisión, especialmente los cívicos, quienes al parecer, han sido tocados por la gracia divina o por un poder sobrenatural, para pensar por los demás y para hacer prevalecer ese pensamiento, que por supuesto, sólo refleja una ínfima parte de todo el abanico de ideas y propuestas de una sociedad que cada día emerge con más fuerza a la intelectualidad como lo es hoy la cruceña.
Por culpa de las élites (de las cívicas), que están ocupadísimas en sus problemas internos, en sus politiqueos locales y que permanecen enclaustradas en su cerrado patio trasero, hoy en Santa Cruz, no hay libre albedrío para pensar y menos para hacerlo a escala nacional. Nadie que sea una figura pública y que emita un criterio distinto al de los grupos señalados, se salvará se ser literalmente maldecido en vivo y por televisión, además de ser incluido en las listas de “traidores a Santa Cruz”, sí… esas, las que aparecen fijadas en las paredes cercanas a la plaza principal y en las que además se los cataloga como “los malos hijos de la región”, “que no merecen vivir”.
El nuevo blanco de este fascismo criollo (entendido en su base intelectual como la sumisión de la razón, a la voluntad y acción despótica), es nada menos que el líder de una de las organizaciones más importantes de Santa Cruz, la Cámara de Industria y Comercio (Cainco), que en las horas precedentes se animo a disentir, al proponer, lo que para muchos resulta una formalidad: invitar al Presidente Evo Morales a la Feria Exposición de Santa Cruz, lo que en otras palabras significaba abrir canales de conciliación entre el Gobierno y algunos sectores de producción económica. Ese hecho, el del diálogo y la reconciliación, por la actitud cívica asumida, no le conviene a algunos poderosos de la región, ¿pero a quién no le puede convenir la paz?, sólo, claro está, a los que se benefician con la guerra.
Algo tan simple como una invitación, resultó ser un poderoso catalizador del odio que destilan las almas de quienes forman estos grupos de poder. Nada más se hizo pública la intención, para que los cívicos, en la denominada Asamblea de la Cruceñidad (qué nombre tan grande para unos cuantos) y a la cabeza de las hormonas del presidente del comité Luis Nuñez, hagan muestras de su profundo racismo, rabia, odio, rencor e impotencia. Al final de cuentas esa reunión, sólo sirvió de escenario para advertir y recordar a los disidentes cruceños que aquí está prohibido pensar, y que si piensas está prohibido decirlo (menos públicamente) y que si finalmente te animas a decirlo, tendrás que atenerte a las consecuencias es decir, el linchamiento civil y mediático, la estigmatización como enemigo interno y la expulsión, aunque verbal, de esta tierra, “que les pertenece”.
Y es que a estas personas que hoy pretenden manipular el pensamiento, no se les puede hacer preguntas como, ¿podemos invitar al primer presidente indígena a la feria?, porque simplemente, no son capaces de responderla con argumentos, sino con una retórica colmada de rabietas.
¿Cuándo se perdió la libertad de pensar, criticar y proponer al margen de las élites cívicas?, ¿en qué momento se instauró la amenaza y el linchamiento contra quienes no comparten el pensamiento de algunas familias?, ¿a qué hora la agresión contra el pensamiento libre se volvió normal?, ¿cuándo fue que los grupos en cuestión se convirtieron en dueños de Santa Cruz a tal punto de hablar por toda la región?, ¿será cierto que las familias que en el pasado se hicieron millonarias con los gobiernos neoliberales, hoy también representan a miles de pata pilas que viven en los barrizales del Plan Tres Mil, la Villa 1ro de Mayo o en las provincias?, ¿será el miedo a también perder el poder localista, el que hace que estos grupos radicales ahora arremetan con toda brutalidad verbal contra sus mismos coterráneos?.
Cuidado que la población deje de percibir esos excesos de beligerancia, como actitudes propias de la naturaleza y empiece a pensar que ante ellas ya no hay que resignarse, sino actuar firme y decididamente, ya que algo sí es cierto: hoy en Santa Cruz, la gente no puede dar un paso por si sola, sin que ellos, los iluminados, den su visto bueno u en su defecto orquesten todo un show para fustigarlos.
La experiencia de los últimos años ha enseñado a la gente que desafiar al poder local no es broma, sin embargo, y en definitiva, no cala en la personalidad del cruceño esa frase de Vauvenargues que dice: “la esclavitud humilla tanto a la gente que ésta acaba amándola”. _____________________ (*)Iván Canelas Lizárraga es Periodista |
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